Estaba dando un paseo por los alrededores de la cabaña, me había cabreado con mi madre y no pensaba volver en un buen rato. ¿Por qué siempre me tenía que llevar al campo y, más exactamente, a esa cutrería de cabaña? ¡Por favor, si no había ni luz, ni agua caliente, ni corbetura en el móvil (ni WiFi, por supuesto) y, encima, estaba aislada. No había ninguna señal de vida a cuatro kilómetros a la redonda.
Elegí un sendero por el que se notaba que le habían transitado muy poco, pues era muy estrecho y estaba cubierto de maleza. Nunca había ido por ese camino. Es más, no recordaba haber visto nunca la "entrada". Seguí caminando. Estaba a punto de anochecer, pero con la adrenalina que tenía en el cuerpo ni me daba cuenta. Hasta que oscureció y la temperatura bajó bruscamente. Ahí ya se me bajó el subidón, y me di cuenta de que no reconocía nada. ¡Ni me había dado cuenta de por dónde iba! Pero que tonta era... Decidí seguir caminando hasta alguna explanada, para no tener que dormir entre malas hierbas y ortigas. Maldita sea... llevaba caminando ya un buen rato y cada vez veía menos, hasta el punto de caerme más de una vez al suelo por alguna rama o alguna piedra. "Juro que dentro de cien pasos me pararé a dormir, ¡aunque sea encima de unas zarzas!" Y así fui contando, paso a paso, mirando siempre al suelo, para no caerme otra vez.
-Noventa y siete, noventa y ocho, noventa y nueve y... ¡Cien!
Miré lentamente hacia arriba, pues no me quería llevar la desilusión de encontrarme un lugar horrible para dormir. Pero cuando terminé de alzar la cabeza, vi una enorme explanada llena de flores, y en el medio, un árbol enorme, al que iluminaba la luna llena. Tenía un montón de ramas juntas y gruesas, y al principio del tronco había unas ramas colocadas como si fueran escaleras de caracol. El árbol estaba también lleno de hojas, lo que hacía que dentro estuvieras recogido del viento y del frío. Decidí ascender por las ramas, al menos hasta algun grupo de ramas donde pudiera tumbarme tranquilamente sin el temor de caerme al suelo. Por suerte no tuve que subir mucho, porque tenía un sueño que me dormía hasta de pie. Me tumbé, y me tapé todo lo que pude con la chaqueta, y me sumergí en un profundo sueño. Llevaba ya unas horas durmiendo, cuando de repente me desperté sin motivo aparente. Me levanté, y cuando fui a dar un paso, me desestabilicé, y empecé a caer hasta la negrura del suelo.
Hola Eva, soy Clara, tu primii y he empezado a leer tu novela, por el momento va bien y el capítulo 1 me ha gustado, seguiré leyendo y te dejaré otro comentario en el 2.
ResponderEliminarSuerte!!!