martes, 4 de diciembre de 2012

Capítulo 6

-Cariño, qué pronto has llegado.
-Déjame en paz.
-Perdona, pero soy tu madre y no tienes derecho a hablarme de ese modo.
-¿¡Que pasa, que ahora todo el mundo me da órdenes!?-exploté. Sé que no debería haber explotado con mi madre, porque no había hecho nada malo, pero tantas emociones en un día y saber lo lejos que iba a estar de mi vida normal, me había dejado destrozada.-Lo siento mucho mamá, pero me he enterado de que voy a tener que dejar a mis amigas, y eso lo llevo super fatal.
-Vale, acepto las disculpas, y era sobre eso de lo que quería hablarte. Tú te quedarás aquí, recibiendo tu educación normal y "especial", pero yo tengo que volver a la ciudad, ya sabes que mañana es mi último día de vacaciones, y ya no tendré los fines de semana tan libres, ya sabes que en este buffet de abogados nos hacen trabajar los sábados hasta tarde, pero los fines de semana que pueda vendré aquí, ¿vale?
-¿Me vas a dejar aquí sola?-dije con lágrimas en los ojos.
-Sólo será una temporadita, y los fines de semana que venga, puedo traerte a alguna amiga tuya. Y te daré las llaves de la casa por si necesitas desconectar.-empecé a llorar. No me podía creer que mi propia madre me dejara sola con estos desconocidos. ¿Y qué iba a hacer con Cato? Seguro que pensaba que era una niñata superficial. Decidí irme a la cama, sería mejor no pensar en esas cosas.




¿Por qué había sido tan duro con ella? Me odio. Acaba de descubrir muchas cosas nuevas, y tiene miedo, y lo primero que hago es cagarla y crearla inseguridad. Si es que no tengo tacto ninguno. Juro que la próxima vez que la vea la pediré perdón. Sí, eso es, puede que no funcione, pero al menos no tendrá una mala imagen de mí y puede que lleguemos a ser amigos.
-¡Casto, ya está la cena, baja ya!
-¡Ya voy!-dije mientras salía de mi habitación.
-Hijo, ¿que tal te fue el día con Valeria?
-Al principio fue bien, pero en cuanto la dije que se iba a tener que quedar... Se puso hecha una furia, porque no quería separarse de sus amigas.
-Cariño, eso es normal-dijo mi madre mientras sonreía-a mi me pasó lo mismo cuando conocí a tu padre. Al principio no me quería venir, pero luego el amor me terminó de convencer.
-¡Eh, no me dijiste que no querías venir conmigo!-respondió mi padre con una amplia sonrisa en la cara.
-¡Sí que te lo dije, pero tu no me escuchabas porque ya habías echado a volar!-se rió mi madre.
-Bueno, yo me voy, que a parte de haber terminado de cenar, no quiero quedarme pegado entre tanto dulce.-respondí con una ligera sonrisa. Me gustaba que mis padres se quisieran, pero prefería no estar delante, al poder ser. Sinceramente, me daban envidia. Ellos habían podido llevar una vida medianamente normal, con más personas de su edad, en cambio, yo siempre he vivido entre adultos, comportándome como un adulto y pensando como un adulto desde que tengo uso de razon. Pero desde que llegó Valeria, noto un soplo de juventud a mi aburrido corazón. Es como si de repente me diera cuenta de todo lo que he perdido y todo lo que podré ganar. Fui a lavarme los dientes. Me veía extraño con los ojos verdes, pero me gustaba cómo me quedaban. Terminé de enjuagarme la boca y me metí en la cama.



Cuando me levanté, lo hice con un hambre voraz. "Espero que mamá haya preparado algo rico" pensé relamiéndome. Bajé con aire cansino. Hoy se iría mi madre a la ciudad y tendría que volver a vérmelas cara a cara con Casto. Segun fui bajando, un delicioso olor a tostadas entro directamente por mi nariz. Eso fue ya un impulso para bajar corriendo las escaleras, pero seguía estando tan dormida que casi me caigo mientras corría. Entré en la cocina, pero no me encontré a mi madre.
-Hola Valeria, espero que hayas dormido bien esta noche.-dijo Casto mientras colocaba las tostadas en un plato.
-¿Qué haces tú aquí?
-Tu madre me pidió que viniera porque tenía que ir a no se qué sitio, y además quería hablar contigo. Siento mucho haberme portado ayer tan fatalmente, porque era algo nuevo para mí lo que iba a tener que hacer, quería hacerlo bien, no quería que te pasara nada...
-Pero...
-No, estoy hablando yo, que ya que he arrancado voy a terminar. Debería haber comprendido tu situación, y ahora la comprendo, y lo siento muchísimo, y espero que algún día podamos ser amigos o, al menos, que puedas soportarme. Perdón perdón perdón perdón perdón perdón perdón y perdón.
-Yo... No sé qué decir... Muchas gracias. Por el desayuno. Por tus disculpas. Por ser tan amable, tan sincero. Por todo. Claro que te perdono. Pero yo te debería pedir disculpas. Me puse muy insoportable, y lo pagué contigo.
-Bueno, basta ya de sentimentalismos y desayuna, que seguramente te estarás muriendo de hambre.-dijo sonriendo con sus preciosos ojos verdes.